EVERYTHING ABOUT VIERA VIDENTE

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Lo que posee de vitalidad el individuo como tal, lo toma de la vida common y es preciso que un trabajo continuo de asimilación y desasimilación –cuyos límites extremos son el nacimiento y la muerte– resta-blezca incesantemente el circuito interrumpido y encauce la corriente de la vida. “el Todo –dice Baader– es lo único que vive; cada individuo sólo vive en su relación con lo Absoluto, esto es en la medida en que supera la individualidad por el éxtasis”. De ahí que morir es acceder a otra forma de vida, pues “todo lo que es perfecto en su especie debe elevarse por encima de ella y convertirse en otra cosa, en un ser incomparable” (Goethe).

Rolland de Réneville insiste en que no es posible develar los secretos de la obra baudelaireana sin referirse a Pasqually y Swedenborg. El primero por sus ideas sobre la fatalidad del destino del hombre y el segundo por su doctrina de las correspondencias. La admiración que Baudelaire les profesa se extiende también al matemático Wronski, a Lavater, a Fourier y a Joseph de Maistre, cuyo catolicismo iluminista pleno de resonancias esotéricas “alimenta al poeta de formas ambientales para su especulación sobrenatural”.

La palabra poética es un agente de reintegración a la Totalidad de la que el hombre se ha desgajado, pues conserva, en ese sentido, la virtualidad creadora de la palabra divina. De ahí que el artista, el poeta, “comprenda a la naturaleza mejor que el sabio” y sea el único que “puede penetrar el sentido de la vida”.

Un universo mágico cuyos elementos se relacionan unos con otros por “correspondencias” de tipo cualitativo.

Daumal coincide con Gurdjieff en que los “yo” sucesivos que conforman nuestra personalidad convencional deben sacrificarse a fin de que aparezca lentamente, detrás de esas fugaces imposturas, el verdadero “yo”, radicalmente distinto. Es preciso luchar contra esas apariencias, pues en medio del combate espiritual se va creando la substancia del auténtico “yo”.

Shelley, en su famosa Defense of Poetry, escribió que “la poesía es verdaderamente algo divino, es a la par el centro y la circunferencia del conocimiento, lo que comprende toda ciencia y a lo que toda ciencia debe ser referida”. Nos permite habitar un mundo, ante el cual, “este mundo que conocemos es un caos”, y al arrancar de nuestra vista interior la película de los hábitos que nos ocultan las maravillas del ser, “recrea de nuevo el universo, aniquilado en nuestros espíritus por la repetición de impresiones”.

Desde muy joven camina tras las pistas de la vacuidad resplandeciente. La poesía, la mística y el ocultismo lo acercan a la certidumbre del “saber escondido” con el que ha soñado desde su adolescencia. La suya es una revolución permanente que sólo se extingue al contacto con la muerte prematura.

El animismo tyloriano, basado en las especulaciones del hombre sobre la muerte y las formas humanas que pueblan las alucinaciones y las representaciones oní­ricas, postula con fuerza de axioma la identidad de la lógica en todos los tiempos y lugares. Lévy-Bruhl, en cambio, señala que las representaciones colectivas serían representaciones cognoscitivas que el individuo adquiere como representante del grupo social, en condiciones especiales que actúan profundamente sobre su sensibilidad.

Los existencialistas no superan la primera toma de conciencia, practican un nihilismo sin salida y se instalan en la historia y en la irrealidad de la existencia angustiados ante la muerte de su personalidad ilusoria. Los surrealistas también descubren en la temporalidad “la dimensión de la existencia” pero, como los pensadores orientales, no aceptan ese destino como definitivo, sino que intentan con técnicas propias anular o superar la condición humana.

Las tradiciones arbitrarias contribuyen a su descrédito y lo impulsan a la clandestinidad. El espiritismo, la teosofía y el rosacrucianismo moderno, al reivindicar algunos de sus principios de manera unilateral y dogmática, trabajan indirectamente para su desprestigio, encerrando la visión del cosmos viviente y el acontecer paranormal, en la purple asfixiante de neorreligiones y doctrinas cristalizadas.

       El esfuerzo permanente del cientificismo (ya que no de la ciencia) para reducir la acción ocultista y explicarla según sus principios, ¿no es un testimonio de la persistencia y de la eficacia de la acción ocultista?

En medio de su pasión luciferina, Rimbaud, que parece hallarse tan lejos de la literatura, ambiciona mostrar esa “segunda realidad”; recrear por medio de la poesía ese continente desconocido de la click for more info mente. Se plantea entonces el problema del lenguaje. Consciente de que “las invenciones de lo desconocido reclaman formas nuevas”, Rimbaud “inventa el shade de las vocales”, escribe noches, silencios, fija vértigos. No hay que olvidar que su capacidad para frecuentar otros niveles de conciencia donde se hallen abolidas las nociones del espacio y el tiempo contribuye a desdibujar y quitar sentido a las palabras forjadas en la duración y la extensión. Es lógico entonces que el poeta busque una lengua enteramente nueva, fundada en la experiencia misma de lo incondicionado.13 Ese esfuerzo sobrehumano por fijar lo inexpresable le permite la obtención de nuevas formas poéticas.

Sin embargo, ese hombre de las sociedades arcaicas, víctima de la degradación temporal, enfrentado a un mundo pleno de hostilidad, encuentra en el mito no sólo la narración de sucesos extraordinarios ocurridos in illo tempore sino una forma segura de instalarse en lo actual y reintegrarse en el universo. Actúa como restaurador del equilibrio perdido y constituye –para el hombre tradicional– la única revelación vá­lida de la realidad.

Al recordar su punto de partida Breton ha comparado al surrealismo con un campamento de jóvenes que, en torno del fuego, discuten los detalles de la más ambiciosa de las expediciones: forzar los límites del mundo “genuine” con el solo instrumento de la poesía.

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